Hace dos décadas comenzó mi viaje por Estados Unidos y, créanme, aún estoy lejos de llegar a la mitad de este increíble camino. En 2003, llegué a esta Tierra de Oportunidades sin saber nada de la verdadera esencia de Estados Unidos. Ese fue el momento en que me di cuenta de que mi verdadera batalla por el éxito no había hecho más que empezar.

En contra de la creencia popular y desafiando las normas brasileñas, yo era un joven de 24 años sin educación formal, pero impulsado por la determinación, la honestidad y una insaciable sed de aprendizaje y crecimiento. De vuelta a Brasil, trabajaba como profesor de autoescuela, un empleo que me proporcionaba unos ingresos holgados, especialmente para los estándares de mi ciudad natal en Minas Gerais.

Sin embargo, cuando mi mujer se quedó embarazada y se empezó a hablar de posibles recortes salariales en mi profesión, tomé una decisión radical: dejar a mi recién casada y a mi hijo nonato en Brasil y embarcarme solo en un viaje en busca de mejores oportunidades en Estados Unidos, con el objetivo de asegurar el futuro de nuestra familia.

¿Fue una decisión acertada? Sí, como padre de familia empeñado en dar lo mejor de mí mismo, no me arrepiento de haber venido a Estados Unidos. Lo único que lamento es la ingenuidad de mi juventud, la falta de investigación sobre el país al que ahora llamo hogar. Esa ignorancia inicial me costó muy cara, física, emocional y espiritualmente.

¿Cuántas veces fui humillado o engañado? ¿Cuántas veces sacrifiqué una comida decente para poder pagar el alquiler? ¿Cuántas veces trabajé sin cobrar? ¿Cuántas veces trabajé estando enfermo o lesionado? Sorprendentemente, muchas de las humillaciones que sufrí no vinieron de estadounidenses, sino de brasileños, gente que debería haber apoyado a un hermano de su patria.

Podría haberme rendido muchas veces. Pero cuando mi mujer y mi hijo por fin se unieron a mí, reconstruimos los cimientos de nuestra familia, trajimos nuevas esperanzas y marcamos el verdadero comienzo de mi viaje aquí en Estados Unidos. Tener éxito en Estados Unidos no es fácil. Te lo exige todo: hay dificultades, pero también innumerables alegrías.

Mi historia no es sólo una advertencia sobre lo que hay que evitar en Estados Unidos: es una historia sincera de crecimiento, sin fórmulas mágicas que prometan una riqueza fácil y eterna. Aquí, nada es fácil. Pero con planificación, conocimiento y cautela, se puede construir un futuro, y eso es lo que les ofrezco a ustedes, mis hermanos y hermanas de nuestro querido Brasil.

Ganar en la vida nunca ha sido mi mayor preocupación; lo que siempre me ha mantenido alerta es el miedo al fracaso, ¡algo que me niego a permitir en mi camino! Con Dios, la familia, la fe, la concentración y la fuerza, me he labrado un lugar en esta maravillosa tierra llamada Estados Unidos, ¡y tú también puedes hacerlo!